Hace mucho no tenía un partido así.

Era Domingo, jugábamos contra el Anguera, un equipo que al momento llevaba 46 goles a favor y dos en contra en siete partidos, el primer lugar, el mejor equipo de la liga. Nosotros sabíamos que si queremos competir debemos de saber sacar la casta en este tipo de partidos.

Yo no estaba nervioso, estaba muy emocionado. Sabía que tenía buenas chances de jugar, aunque no lo tenía asegurado. Había hecho una buena semana de entrenamientos y el partido de la semana anterior lo había hecho bien; llegó el partido, fui y titular y salí capitán. Todo Marcet fue al partido porque sabían de su magnitud así que la grada estaba llena de nuestros amigos y de los padres contrarios, un ambiente de fútbol, de esos partidos que de verdad emociona jugar.

Ganamos 3-1, fue un partido, intenso, de muchos tiros, despejes, faltas, goles. Me encantó, realmente disfruté jugarlo, disfruté concentrarme, parar y hablar. Hace mucho no sentía esas sensaciones tan fuertes que solo conozco dentro del campo, de rabia, de ganas, de desilusión, de ilusión

Tuve mucha acción, me tiraron al menos unos 8 tiros a puerta, y uno de ellos fue gol. Aún tengo que mejorar mi confianza en el juego aéreo porque hubo centros que pude haber cortado, y también mi velocidad que en el gol hubiera sido muy útil. 

Sin embargo salí muy contento, más allá del resultado, creo que voy asentándome en mi mejor nivel. Ese donde saco carácter, personalidad, liderazgo. Ese que por momentos estaba pero por otros grandes no, lo veo cada vez más claro.

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